¡Que Viva La Competencia!
«Si nadie está compitiendo en tu espacio, es más que
probable que el mercado sea demasiado pequeño».
Ben Yoskowitz
El otro día me preguntaba un amigo de que tal se sentía el no tener competencia dentro de mi sector de mercado. Me le quedé mirando, ordenando mis ideas, y le respondí con toda la sinceridad del mundo que, gracias a Dios, sí que la tengo. Y es bien fuerte.
No por ser uno de los pocos restaurantes concentrados en la comida fusión peruana en Roma eso significa que me falte competencia. Pensar así sería ingenuo de mi parte, además de plantear una duda fundamental que todo emprendedor debe aclararse a sí mismo antes de tan siquiera escribir su concepto de negocios.
¿Compito contra alguien, o por algo?
Si lo que me planteo en mi plan de negocios es competir para desbancar a alguien de su nicho de mercado, pues ya voy directito al fracaso. Un emprendimiento gastronómico no es un gimnasio de boxeo, ni un nicho de mercado un cuadrilátero.
Enfrentarse a otro negocio para llevarlo a la quiebra nunca puede ser mi objetivo como emprendedor, pues termina con dos resultados que no son deseables en ningún escenario. Puedo perder estrepitosamente, pues no medí bien las fuerzas de mi contrario y por tener más recursos y experiencia sencillamente me aplasta, se lleva todos los clientes, me pone mil trabas y me boicotea todas las fuentes de abastecimiento.
O puedo ganar, pero, ¿a qué coste? ¿Por cuánto tiempo puedo mantenerme rey de la colina, antes que un emprendimiento más pujante y con más recursos se lleve todos mis clientes? O peor, ¿cuánto tiempo pasará antes que me emborrache de mi próximo éxito, caiga en la monotonía y no busque agradar continuamente a mis clientes?
Mirando en la dirección correcta
La competencia se llama así y no “el enemigo” ni “los adversarios”. Competencia porque competimos por la preferencia de los clientes, no entre nosotros mismos.
Si tú creces vendiendo helados y yo vendiendo hamburguesas, bien por ti si tu negocio se desarrolla con éxito. Lo más probable es que nuestras infraestructuras sean diferentes y no tengamos que estarnos pisando los pies continuamente. Además, si atraes público es muy probable que el helado les abra el apetito y luego quieran tomar una hamburguesa, o después de pasar por mi establecimiento te elijan para el postre.
Aquí, en lugar de competir, lo mejor es darnos las manos y establecer una alianza. ¿Qué tal un poco de publicidad cruzada? Yo promociono tu establecimiento y tú el mío, y ganamos los dos, en lugar de debatir si el helado es mejor que la hamburguesa.
Aunque yo tenga un restaurante de comida peruana, eso no quiere decir que al lado mío no hayan cientos de otros establecimientos con otras propuestas. Y es que no puedo esperar que a mis clientes siempre se les antoje lo que yo ofrezco. Ni puedo ofrecerle toda la gama de alimentos posibles, porque entonces no me estoy especializando y pierdo el sello que me distingue.
Mi competencia es por dar el mejor servicio posible y la comida con la mayor calidad que pueda. Competir contigo por el gusto del cliente es solo un efecto colateral, pero como ambos queremos que el comensal nos prefiera nos estamos impulsando continuamente a ser mejores los dos. Así que dame un abrazo, amigo competidor, y sigamos adelante.